La mente y el tiempo

No pensar más. No pensar más. No pensar m á s.

No buscar más, ni tampoco buscarme. No buscarme más.

No verme más, no sentirme, no olerme, no intuirme, no acecharme, no perseguirme ni tenerme. No consolarme más.

No encontrarme más en los otros, no leerme, no acariciarme, no torturarme pensando en pasados lejanos ni cercanos. No pensar en 2012 ni en 2015. No pensar en mi pasado, no pensar en mis viejos, no pensar en mis abuelos, no pensarme en el futuro, no sustiturme en el presente, no verme en abreviaturas de diario, no verme en tus ojos, no encontrarte en los otros.

No burlarme de mi ni de otros, no crecer ni volverme ínfima más. No tildar, no hablar, no aborrecer ni aborrecerme, no reir, no buscar ni encontrar. No gruñir, no lastimarme más, no castigar, y ni siquiera comprender más.

No entenderme, no mirarme a través de nadie, no incluirme, no discriminarme más. No sentir tu piel en la mía, no entenderlos, no entenderte. No tocarme, no alabarme, no odiarme, no mutilarme con pensamientos, no golpearme, no verme en los espejos más. No observarme en cámaras, no fotografiarme más, ni que vos me veas como me hubiera gustado que me vean otros. No acosarme, ni fingirme, no menospreciarme ni desentenderme.

No escapar, más, no llorar en los bares, no querer hundirme más, no temblar, no gritar m á s.
No entender más, ni que me entiendan, no pensar más, no figurar más, no ser más. No estar.


- Esto es fragmento de una plana que me hubiera gustado llenar en la planilla perteneciente a la psicóloga del liceo en 2014 cuando me encontraba en Sexto Grado. - Así que aquí quedan más cosas por decir.

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